dimarts, 19 d’agost del 2014

Aquellas lecturas estivales IV: ‘Las mil y una noches’ ilustradas por Josep Narro



La lectura que traigo hoy desde el recuerdo me ha inspirado un sentimiento más reivindicativo que nostálgico. Por eso quiero empezar este comentario refiriéndome al responsable de tal emoción, el autor de las ilustraciones de las Mil y una noches publicada por editorial Nauta en 1968: Josep Narro. Es un pequeño tributo a un artista tan magnífico como olvidado, y se lo dedico a una ilustradora valiente y luchadora, Laia Codina (Cucatraca),  que ha apostado por dedicarse a este mundo capaz de abrir una de las varias puertas que nos conducen a la magia.
Los dos volúmenes de Las mil y una noches que ocupaban una de las estanterías del comedor de casa formaban parte de una colección de libros publicados por editorial Nauta. Eran dos elegantes ejemplares encuadernados en un símil de piel en color rojo, decorado con motivos dorados en la portada, lomo y contraportada. Sin embargo, lo más precioso de estos libros no era su apariencia, sino su interior en el que destacaban unos dibujos sugerentes e inspirados. En la época en qué leí esta obra aún no era consciente de la importancia de los ilustradores, empecé a apreciar su trabajo con los dibujos de María Pascual (por cierto, otra gran olvidada), pero, aun así,  esas imágenes me atrajeron al instante.
El autor de estos cautivadores dibujos fue Josep Narro, que firmaba como José Narro debido a la época que le tocó vivir.  Nació en Barcelona en 1902 y, según he averiguado gracias a la Enciclopèdia Catalana, se formó en esta ciudad y también en París. En los años treinta publicó sus trabajos en el semanario satírico L’Esquella de la Torratxa e ilustró obras infantiles y didácticas. Más adelante, tras la guerra civil, trabajó para el poeta y editor Josep Janés i Oliver y para la editorial Joventut. Pero en 1952 se exilió a México donde colaboró en varias revistas catalanas entre las que destaca Pont Blau, una revista cultural escrita en catalán que se publicó en este país hasta 1963. Narro vivió durante 4 décadas en la ciudad mexicana de Guadalajara, donde falleció en 1994.
El tiempo, la distancia y, sobretodo, las prioridades del voraz mercado se encargaron de borrar su nombre del recuerdo, y no ha sido hasta hace unos años que alguien se ha decidido a desempolvar la vida y la obra de Josep Narro. El artífice ha sido un destacado caricaturista, historietista y escritor mexicano que firma con el seudónimo de Rius, quien reivindica la figura del ilustrador en su libro El maestro Narro, publicado en 2010 en México, según he podido descubrir gracias a un artículo del historiador y escritor José M. Murià. El autor de El maestro Narro define al artista como “el mejor ilustrador de Iberoamérica”.  En este artículo se explica: José Narro, el gran ilustrador
Una de las muchas obras que ilustró fueron estos dos volúmenes de Las mil y una noches que hoy recuerdo, cuya lectura me transportó a un mundo exótico y mágico. Mucho más rico que las adaptaciones que, como la gran mayoría de niños, leí durante la infancia. 

Las mil y una noches es una recopilación de cuentos tradicionales de Oriente medio hilvanados a través de las historias de Sherezade, hija de un visir persa y, muy probablemente, inventora de los cliffhangers. Esta heroína oriental ideó un ingenioso sistema para evitar que el sultán siguiese desposando cada noche a una mujer a la que ejecutaba al día siguiente, resentido por la traición de su primera esposa. Con este fin, Scherezade se ofrece como esposa y, noche tras noche, cuenta una historia al sultán cuyo final es interrumpido por el amanecer. Deseoso de conocer el desenlace, el monarca va posponiendo la ejecución de su esposa  quien logra sobrevivir durante mil y una noches y  acaba convertida en reina.
A esta técnica se la denomina “relato enmarcado”, un recurso narrativo en el que los cuentos, en lugar de ser independientes, generan nuevas tramas que llevan de un relato a otro antes de que se conozca el desenlace del primero. 
Aunque existen muchas versiones de Las mil y una noches y hay bastante controversia en cuanto a su origen, según parece el núcleo de los cuentos lo constituye un antiguo libro persa llamado Hazâr afsâna («mil leyendas»). Esta obra recogería una serie de historias transmitidas oralmente, en las que se describe de forma fantástica la India, Persia, Siria, China y Egipto del siglo IX. Unos cuantos siglos más tarde, tras el éxito obtenido por el libro, se cree que algunos editores pudieron haber agregado algún relato a la obra original. 

Se dice que la historia que vertebra los cuentos, la de Scherezade, podría haber sido añadida en el siglo XIV. En cualquier caso, el sistema narrativo funciona y fluye de un cuento a otro con la destreza de una alfombra voladora. 


dimarts, 12 d’agost del 2014

Aquellas lecturas estivales III: ‘Sinuhé, el egipcio’, de Mika Waltari



Mis recuerdos de los primeros años de la década de los 80 están indisolublemente vinculados a novelas que me marcaron, y que evoco de una manera emocional y añorada. Su lectura me deparó momentos inolvidables que no he logrado experimentar con otros libros ya que, como los primeros amores, las primeras lecturas jamás se olvidan.  

Entre estos primeros libros se encuentra (además de Quo Vadis?  y  Las aventuras de Tom Sawyer , de los cuales ya he hablado) la novela más famosa del escritor finlandés Mika Waltari: Sinuhé, el egipcio.  Mi madre, que como ya he dicho fue mi primera prescriptora de lecturas, me había hablado de ella, y, puesto que por esa época mi interés hacia la historia ya se había manifestado, enseguida me animé a leerla. Al igual que con Quo Vadis?,  mi lugar de aprovisionamiento fue el mueble del comedor en una de cuyas estanterías se hallaba la mítica colección Reno, entre cuyos títulos se encontraba el de la famosa novela de Waltari.

Fue durante las vacaciones de verano de mi primer año de instituto, y su lectura me regaló unos días evocadores e instructivos, en los que mi mente se trasladó al reinado del peculiar faraón Akenaton, a la Creta minoica, y al legendario Imperio Babilónico. El protagonista, un médico de origen humilde llamado Sinuhé (Sinuel, egipcio, según mi hermano Raül que por entonces tendría 8 años), narra su agitada y aventurera vida, que transcurre durante los reinados de los últimos faraones de la dinastía XVIII de Egipto, aunque la mayor parte del argumento se centra en el gobierno del ‘hereje’ Amenofis IV, más conocido como Akenatón, junto a su esposa Nefertiti o, lo que es lo mismo, ‘la bella ha llegado’. La novela recrea con precisión la forma de vida en esa época histórica, la del pueblo y la de la realeza, incluso la de civilizaciones coetáneas como la de los hititas, la de los cretenses y la de los babilonios.

Sinuhé, el egipcio fue el resorte que me llevó a investigar sobre el Antiguo Egipto en viejos volúmenes de la biblioteca de mi barrio, la Ignasi Iglésias. Este equipamiento hoy se ubica en el edificio de la antigua fábrica de hilaturas Fabra i Coats,  pero por aquél entonces aún estaba en su emplazamiento original, en el segundo piso del ayuntamiento de Sant Andreu de Palomar. Lo que ahora hubiese hecho a través del google lo hice entonces durante muchas mañanas de sábado, hojeando y tomando apuntes de libros sobre arqueología e historia del Egipto faraónico. Más adelante, puesto que la fiebre egiptóloga me duró bastante, tomé prestados de los estantes de mi abuelo colecciones sobre antiguas culturas que devoré con fruición.

Cualquier persona interesada en la antigüedad apreciará el magnífico trabajo que hizo Mika Waltari para recrear con preciosismo el período histórico de Egipto conocido como Imperio Nuevo. Una labor que no sólo vuelve a la vida a personajes históricos, sino que nos muestra los pormenores de una civilización, unos hechos y unas creencias que tuvieron lugar hace más de tres mil años. Un mundo lejano en el tiempo, pero inquietantemente cercano en cuanto a intrigas, intereses y política. 

Egyptian chess players - Sir Lawrence Alma-Tadema