divendres, 31 d’octubre del 2014

‘14’ (Anagrama), de Jean Echenoz


La elegancia tiene mucho que ver con la sencillez y con la armonía.  La dosis justa de exquisitez y la proporción equilibrada del ornato son atributos necesarios para que la distinción haga acto de presencia donde quiera que sea. Es el caso del estilo narrativo de la última novela del escritor francés Jean Echenoz, 14, un relato con una cadencia tan sencilla como armoniosa, que se acompaña de una prosa genuinamente elegante.

En 14 la intensidad se alía con la brevedad para explicar una gran gesta vertebrada en poco más de cien páginas, un centenar de hojas en las que se condensa la tragedia. Ya el título nos remite a esa reducción, dos cifras que evocan un lustro de guerra, numerosas batallas, innumerables muertos…. Y, sin embargo, lo relevante puede reducirse a eso: una cifra, un gesto o un sentimiento. Es lo que pretende el autor, consumir, como consume la pena o el dolor, para llegar hasta la esencia. Y en esa sustancia primera el autor ofrece el drama descarnado, sin descripciones, sin emoción, sin anestesia. El horror sin otro atavío que la constatación de que existe, en cualquier día, en cualquier hora, y que puede irrumpir (como sucede en la novela) una soleada mañana de agosto de regreso de una excursión en bicicleta.

Echenoz resume la experiencia de cuatro amigos en la Primera Guerra Muncial para narrar como serán, una vez acabada, sus destinos truncados. Sin ahondar en el sentimiento, recrea la sensación profunda de absurdidad, de incomprensión, que despierta el conflicto. Muy lejos del sentimentalismo, el autor se instala en la lucidez para mostrarnos cuánto hay de incoherente en la guerra. Una visión tan fría como certera que muestra lo que supuso en la psique de los soldados un conflicto de la magnitud de la Gran Guerra. No en vano fue entonces cuando se generalizaron las observaciones de trastornos neuropsiquiátricos llamados ‘neurosis de guerra’.

14 es una especie de fábula sobre la tragedia, la crónica de un dolor explicado desde una perspectiva inquietantemente realista. Por eso las palabras se condensan para evocar el silencio que sigue a todos los desastres. Una obra certera.

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